dilluns, 29 de març del 2010

VIETNAM I ELS PERIODISTES

La aparición de unos restos reabre el misterio del hijo de Errol Flynn

Sean Flynn era periodista y desapareció en la selva camboyana durante la guerra de Vietnam hace 40 años

EFE - Phnom Penh (Camboya) - 29/03/2010

Un equipo de voluntarios cree haber localizado los restos mortales del reportero gráfico Sean Flynn, hijo del célebre actor de Hollywood Errol Flynn, que desapareció en la selva de Camboya hace 40 años durante la guerra de Vietnam, ha informado hoy la embajada de Estados Unidos.

Los restos, que incluyen huesos, ropa y cuatro dientes,-dos de los cuales se encuentran en buen estado-, fueron hallados el pasado día 14 y enviados el viernes a un laboratorio de Estados Unidos para que la pruebas de ADN confirmen si son los de Sean, que tenía 28 años en el momento de su desaparición. El hallazgo fue realizado cerca de la frontera vietnamita por el británico Keith Rotheram y el australiano David MacMillan tras cuatro meses de excavaciones en la selva del noreste de Camboya, como parte de una investigación financiada parcialmente por la propia familia Flynn.

Según Macmillan, un experto confirmó que los dientes encontrados fueron objeto de trabajo dental en Estados Unidos durante la década de los cincuenta del pasado siglo, cuando Sean Flynn pretendía seguir los pasos de su padre en el mundo del cine. "Tenemos el 50 por ciento de posibilidades de que se trate de los restos de Sean Flynn", ha declarado Rotheram a la prensa local.

Flynn, quien colaboraba para la revista Time, desapareció el 6 de abril de 1970 con el periodista de la cadena CBS Dana Stone, cuando se desplazaban en una motocicleta y fueron capturados en un control montado por la guerrilla comunista en la llamada Ruta Uno, que conduce a la antigua Saigón, ahora Ho Chi Minh City. Las investigaciones realizadas anteriormente por colegas de los dos periodistas desaparecidos, apuntan que Flynn y Stone fueron asesinados por guerrilleros del Jemer Rojo camboyano en junio de 1971, unos 14 meses después de que fueran capturados.

Un testigo fundamental

La localización de los restos fue posible gracias a la información de un aldeano de esa zona familiarizado con los lugares en los que se cometieron ejecuciones durante la guerra que enfrentó al gobierno del general Lon Nol y al Jemer Rojo entre 1970 y 1975. Este testigo, que entonces era pastor de búfalos, condujo a los investigadores al sitio donde en 1971 fue ejecutado un occidental alto y rubio, cuya descripción coincidía con la del joven Flynn. Según el pastor, fallecido recientemente, Flynn fue obligado a excavar su propia tumba y asesinado a golpes con una piedra al fallar la pistola con la que el verdugo quiso matarle de un tiro en la nuca.

Desde que se firmó la paz en Camboya, en 1991, antiguos compañeros de Flynn y Stone, como el fotoperiodista Tim Page, han llevado a cabo intentos para dar con sus restos. La madre de Sean Flynn, la actriz Lili Damita (fallecida en 1994), gastó importantes cantidades de dinero para financiar expediciones de búsqueda de los restos de su hijo.

Antes de desaparecer en Camboya, Flynn paso un tiempo en Vietnam del Sur, a donde llegó por primera vez en 1966, como periodista free lance para el semanario francés Paris Match, aunque después trabajó también para la agencia estadounidense de noticias United Press International. Hasta 36 periodistas extranjeros y camboyanos fueron asesinados o desaparecieron durante la guerra civil camboyana, entre 1970 y 1975, más que durante toda la contienda en el vecino Vietnam.

REPORTAJE: MAYO 68 - Guerra de Asia

"Vietnam fue lo que tuvimos en vez de infancias felices"

GUILLERMO ALTARES 19/04/2008

El fotógrafo galés Philip Jones Griffiths fue, junto al reportero Michael Herr, el gran cronista de una guerra que tuvo su punto de inflexión en 1968, con la ofensiva del Tet lanzada por el Vietcong

Durante los días malos del invierno de 1968, cuando más nos atacaban". Así arranca uno de los Despachos de guerra de Michael Herr. "En los días peores creo que nadie esperaba salir vivo de allí. Se asentó entre los miembros de aquel batallón una desesperación que los viejos de otras dos guerras nunca habían visto", escribe más adelante en esta obra maestra del nuevo y el viejo periodismo que en gran parte transcurre durante 1968. "Había sido un año tan intenso que creo que resumía toda la década".

Vietnam ya era un desastre, pero 1968 fue el año del cataclismo: la ofensiva del Tet, que llegó hasta Saigón, la imagen del general Nguyen disparándole en la cabeza a un prisionero del Vietcong, la matanza de My Lai (fue desvelada más tarde por Seymour Hersh), la batalla de Hue... El Tet es el ejemplo de manual de "ganar una batalla y perder la guerra": los estadounidenses acabaron derrotando a los guerrilleros de Vietnam del Norte, pero pagaron un precio enorme y no sólo en vidas: la ofensiva del Tet, relatada por Stanley Kubrick con guión del propio Herr en La chaqueta metálica, mostró la debilidad del gigante. "Hace mucho tiempo que allí no había un país, sólo una guerra", manifestó Herr. Las fotografías del reportero de Magnum, recientemente fallecido, Philip Jones Griffiths, que recopiló en el libro Vietnam Inc, se convirtieron en el resumen de aquel cataclismo. "Sus imágenes del sufrimiento de los civiles representan lo mejor del fotoperiodismo de la guerra", señala Phillip Knightley en The first casualty (La primera baja), una historia del reporterismo bélico.

El impacto de aquel libro fue tan brutal que Griffiths se convirtió en el primer corresponsal al que el Gobierno de Vietnam del Sur le denegó el visado.

Fue la guerra del gran baile de los periodistas en la que miles de fotógrafos se lanzaron al frente para retratar el horror. "Vietnam marcó un patrón para el fotoperiodismo que se convirtió en un ejemplo para todas las guerras futuras", dijo Hort Faas, ganador de dos Pulitzer y autor junto a Tim Page -"cuando le conocí tenía 23 años y recuerdo que pensé que me gustaría haberle conocido cuando aún era joven", escribió Herr sobre él- de Réquiem, un libro con las imágenes de los fotógrafos muertos en la guerra. Faas, Larry Burrows o Don McCullin marcaron las retinas de varias generaciones, pero Griffiths tocó la fibra sensible con su retrato del inmenso sufrimiento de los civiles, atrapados en el fuego cruzado de la teoría del dominó, arrastrados a un mundo de matanzas (por ambos lados: al reconquistar Hue los estadounidenses descubrieron montones de cadáveres ejecutados por el Vietcong) y manchados con toneladas de agente naranja y napalm que los aviones estadounidenses lanzaron sobre las selvas y los arrozales.

"El periodismo convencional no puede servir para cubrir esta guerra de la misma forma que un Ejército convencional no puede ganarla", escribió Michael Herr en una de sus crónicas en Esquire. "Sean Flynn, el hijo de Errol, se ganaba la vida como reportero gráfico y era un apasionado de las motos. Hacía aquella guerra a bordo de una Honda, con cámaras japonesas sobre el torso y un grabador con canciones de Jimi Hendrix. Era la primera guerra rock de la historia", escribió nuestro Michael Herr particular, el maestro Manu Leguineche, en su estupendo La guerra de todos nosotros. Leguineche y Herr formaron parte de la misma pandilla, junto a Sean Flynn, que desapareció en Camboya en 1970. Al hijo del capitán Blood se lo tragó, junto al cámara de la CBS Dana Stone, la selva en la que tantas veces se habían metido en busca de una imagen, de una buena historia. "No puedes enfocar con lágrimas en los ojos", señaló Griffiths en una entrevista al ser preguntado sobre el impacto que le causaban las barbaridades que retrataba. "No puedes dejar de sentirte implicado pero tienes que seguir siendo tú mismo, tomar tus fotos". "Si estabas bien de la cabeza, peor te parecía lo que veías", señaló Griffiths en otra entrevista. "Tengo fotografías que te harían vomitar, ¿pero qué sentido tiene? Por suerte todos contamos con mecanismos de defensa y cuando la cosa se pone fea cerramos los ojos o pasamos la página. Por esos tratas de sacar fotos que atrapen a la gente y no de fotografiar cosas horrendas", prosigue este fotógrafo galés, que también publicó un libro sobre los efectos del agente naranja que las fuerzas de Estados Unidos lanzaron por toneladas sobre las selvas.

Durante toda la guerra, el Gobierno de Estados Unidos mantuvo una política de barra libre, de puertas abiertas para la prensa, de la que nunca se ha arrepentido lo bastante el Pentágono. Knightley explica que, para acreditarse, hacía falta un par de cartas de medios de comunicación (uno de ellos podía ser casi el periódico de la escuela) y luego Associated Press y algunas otras agencias repartían cámaras y material, y pagaban 15 dólares por foto.

El transporte era gratis -los helicópteros, los C-130, cualquier medio valía para entrar y salir de la selva- y un estómago más o menos duro podía llegar a acostumbrarse a las raciones C del Ejército. Los viajes de alcohol, hierba y rock&roll también contribuían a incrementar la movilidad. "En 1968 había en Vietnam unos 500 corresponsales de todo el mundo, 200 de ellos estadounidenses. Los medios tuvieron más acceso a los combates y menos censura gubernamental que en cualquier otra guerra anterior o posterior", escribe Christian G. Appy en La guerra de Vietnam, una historia muy completa del conflicto que Crítica publicará en mayo.

"Vietnam fue lo que tuvimos en vez de una infancia feliz" es la frase más famosa de Herr, que fue también uno de los guionistas de Apocalypse Now. Y, con estas palabras, cierra su obra maestra: "La guerra terminó y luego terminó de verdad, las ciudades cayeron, vi abalanzarse en el mar de China los helicópteros que había amado mientras sus pilotos vietnamitas saltaban abandonándolos, y un último helicóptero giró sus hélices, se alzó en el aire y huyó de mi pecho". -

Despachos de guerra. Michael Herr. Anagrama. Barcelona, 2001. 266 páginas. 13,82 euros Vietnam Inc. Philip Jones Griffiths. Paidon Press. Londres, 2006 La guerra de Vietnam. Christian G. Appy. Crítica. Barcelona, 2008. 570 páginas. A la venta en mayo.