Alicia Croft
PILAR RAHOLA | 18/11/2010 | Actualizada a las 00:31h | Política
He entrado rauda en la página del PP para jugar al Rescate, esa versión cutre- cheli-España-una-y-grande que los viejos chicos de las Nuevas Generaciones han diseñado para matar virtualmente a los indeseables de Catalunya. Pero Alicia Croft no me ha aparecido enfundada en un magnífico látex azul y disparando sus gaviotas contra inmigrantes ilegales e independentistas, porque un ataque de corrección política ha paralizado el jueguecito. Es una lástima que el PP se haya asustado y ahora busque la versión vaticana de su fantástico divertimento, cuyo modelo made in Badalona, con Albiol Croft de cazador de rumanos, habría batido récords.
Es bonito que los partidos políticos saquen a pasear su verdadera alma y, lejos de esconderse bajo máscaras de forzada corrección, nos muestren sus obsesiones. ¿Qué tiene de malo saber que al PP le parece divertido cazar virtualmente a pobres seres humanos que han llegado al país como han podido, quizá agazapados en el vientre de un camión o jugándose la vida en las pateras del infierno o vendiéndose el alma a las mafias del tráfico de personas? Total, esos pobres tipos que sobreviven en las zonas oscuras de nuestra sociedad son el blanco de todos los desprecios. Que lo haga, además, el partido que permitió la entrada más importante de ilegales de la historia suma puntos a la complejidad psicológica de la heroína del juego, émula de la mítica Lara Croft, que también goza de un monumental lío freudiano.
Ahora dicen que no, que no querían disparar gaviotas asesinas contra malvados ilegales, sino contra las mafias, que es algo que queda menos Anglada y más pasable en los comedores biempensantes. Y es que, como bien sabe Carmen Posadas en su magnífico homenaje a Agatha Christie, Invitación a un asesinato, el verbo aparentar se conjuga en mayúsculas en la sociedad de primera clase. El problema para Alicia Croft es que su juego contra indeseables no aparentaba bien y, perdida toda sutileza, dejaba a la reina del PP desnuda ante el espejo. Feo esto de enseñar las vergüenzas, y como ya quedaron chamuscados con su excursión a la vieja Baetulo, no era ocasión de resultar demasiado evidentes. Lástima, porque un poco de autenticidad habría sido bonito en campaña.
Abandonados los ilegales a su oscura suerte, pero sin gaviotas asesinas sobre sus virtuales pescuezos, queda la caza al independentista, que es un deporte que sienta mejor en los estómagos de la derecha española. Espero que el juego esté pronto en activo, porque no quiero perderme a los rabiosos tertulianos del Gato jugando cual posesos. Sólo espero que no se vuelvan adictos porque en el exceso está el pecado y pecar no sentaría bien en tan apostólico-romano territorio. En fin, ¿cómo era aquello de Einstein?: "Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro". Pues eso.
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